Médico especialista en medicina interna, con 40 años de práctica en el ámbito público y privado, Gabriel Barbagallo (MN 66016) preside la Asociación Civil de Telemedicina de la República Argentina (ACTRA).
Ante el aumento del uso de herramientas digitales para la práctica y la gestión de salud, especialmente a partir de las medidas de aislamiento por el Coronavirus, Barbagallo, quien además es gerente de Relaciones Institucionales de Osde, analizó las potencialidades y desafíos de estas tecnologías. Y destacó: “Más que una amenaza, son una oportunidad de ampliar los campos de acción profesional”.
P: -¿Cómo creció el desarrollo y la aplicación de Telemedicina durante la pandemia?
B: -La pandemia aceleró de manera repentina tanto el desarrollo como la aplicación de las distintas herramientas de telemedicina, particularmente la videoconsulta que alcanzó su máxima utilidad en un escenario de confinamiento y distanciamiento social. Del mismo modo, las herramientas de capacitación y actualización médica a distancia explotaron con la crisis del COVID 19. La digitalización de la salud y el home office se instalaron en la vida de las personas y de las empresas para quedarse.
P: -¿Cuáles son las barreras que aún persisten para su mayor expansión?
La telemedicina aún no cuenta con un marco regulatorio definido. Tenemos una ley de ejercicio profesional de 1967, previa a la llegada del hombre a la Luna!. Lo que existe es una serie de normativas: derechos del paciente, confidencialidad de los datos, firma electrónica; que fueron regulando la actividad.
Al inicio de la pandemia, tanto el ministerio como la superintendencia de servicios de Salud, habilitaron de manera excepcional la teleasistencia y la prescripción electrónica. Y hace unas semanas la Cámara de Diputados dio media sanción a una ley marco que habilita la actividad y que espera la sanción definitiva del Senado.
No obstante, la principal barrera es la cultural. Tanto pacientes como profesionales deberán superar la resistencia al cambio y asumir la telemedicina como una práctica más, que de ninguna manera reemplaza la atención presencial. Ni mucho menos a la figura del profesional. Ya existen, y de hecho en ACTRA participan, entidades de todo el país que llevan años desarrollando este tipo de herramientas.
P:- ¿En qué medida la telemedicina exige un replanteo de la actividad de los médicos?
B: – Tanto desde ACTRA, conformada por entidades de salud y yo mismo como médico con casi 40 años de profesión, hemos expresado que las tecnologías para atención remota son avances para una mejor calidad de atención de pacientes y de actualización de profesionales. Además brindan accesibilidad, agilidad, ubicuidad, costo efectividad y sustentabilidad a la prestación médica. Más que una amenaza, son una excelente oportunidad de ampliar los campos de acción profesional y mitigar la inequidad de los distintos sectores de la población.
P: -¿Qué desarrollos locales de telemedicina ya se están implementando?
B: – Los desarrollos son variados: atención remota programada y no programada, sistemas de segunda opinión, telemonitoreo de poblaciones vulnerables, capacitación y coaching a distancia, transferencia de imágenes radiológicas o de anatomía patológica y otros más específicos como teledermatología para poblaciones penitenciarias, tele stroke (ACV) o tele arritmias. Es conocido el servicio del Hospital Garrahan de referencia para los servicios de pediatría de todo el país.
P: -¿Cuál será el rol de la Telemedicina en la post pandemia?
B: – La telemedicina irrumpió en la salud pública y privada durante la pandemia llevándose los debates por delante. Tampoco creemos que eso sea aconsejable. Es necesario discutir muchos temas una vez que entremos en la nueva normalidad: interoperabilidad de las tecnologías, jurisdiccionalidad de la práctica (ya que no existe un lugar físico definido), seguros de mala praxis, organismos de control. Sería un error creer que toda aplicación de los celulares está preparada para la práctica de telemedicina. Es necesario maximizar las medidas de seguridad y confidencialidad de las plataformas, así como avanzar en la posibilidad de un registro digital único y portable para cada paciente, más allá del subsector que lo atienda. Aunque esto último aún está lejos.
Lo positivo de todo esto es que nos obligó a poner el tema sobre la mesa y permitió a la gente familiarizarse y vencer el lógico temor a lo nuevo.